Título: Balances parciales
Autor: Felipe Zapico Alonso
Ilustraciones: Javier Zabala
Editorial: Eolas Ediciones
Págs: 141
Precio: 15 €
Cuánta pasión hay en el libro Balances parciales
 de Felipe Zapico Alonso (1960). No lo digo sólo por los textos sino 
también por las magníficas y coloridas ilustraciones de Javier Zabala. 
Es un libro muy bello, con mucha sensualidad. Pero es que los poemas de 
Felipe Zapico son poemas que desbordan, son poemas donde el autor parece
 derramarse en intensidad. Sus amores son apasionados, sus juicios 
lúcidos, sus pensamientos certeros, sus palabras tan tiernas como crudas
 en ocasiones. Es un libro lleno de pasiones, la mayoría básicamente 
amorosas, pero también hay de otro tipo.
Felipe
 Zapico es un excelente observador de la realidad cotidiana que poetiza.
 Los mínimos gestos, los detalles más comunes pueden convertirse en 
hecho susceptible de convertirse en poema: “Guerra de largas/en la 
carretera/larga, corta/posición” (p.21) o también en: “y esas comidas 
rápidas/para una muerte lenta” (p.67). Eso no significa en absoluto que 
el autor olvide un cierto lirismo: “Los ataúdes enfieltrados/en una 
noche clara/ desconfían de labios trémulos/y lenguas huidizas” (p23).
Puede
 uno pasar página a página y encontrar la presencia de un tercero entre 
el autor y el lector. Ese tercero al que se dedican versos y versos: 
“allí donde los ojos/anidan/extraviados/ ahogándose impertérritos/ 
solos/ y mudos/ inmensamente mudos” (p. 56).
Hay
 un hilo amoroso cotidiano a través del cual las realidades se 
convierten en certezas, un invisible hilo que el autor entreteje para 
que sus poemas constituyan un todo sobre lo habitual, tan cotidiano como
 un gesto o un beso. Incluso el exabrupto tiene sentido en esta poética 
de la realidad de cada día, de la verdad universal, de los hechos de 
andar por casa: “Hostia pura/hostia santa/ haz que me quiera Julia”. 
Probablemente  es por ese motivo por el que Balances parciales es un libro fácil de leer incluso para los que hace tiempo que dejaron de leer poesía tras acabar el bachillerato.
Quién mejor que el autor para definir su mundo: un “caos controlado” (p.61).
Los
 poemas se suceden sin título aunque hay partes en el libro. Uno de los 
que más me ha gustado y altamente representativo es este (p.63):
Susurra el saxo
y la tiza numera al detenido
cuando sus labios,
huídos de la boca,
persiguen  –impotentes-,
aleteos que destellan.
y un clamor
grosero
anuncia
la continuidad
el vacio constante
el ansia inconmensurable
y permanente.
No
 huye el autor de algún que otro recurso estilístico aunque no es su 
poesía una poesía que se caracterice por el abigarramiento retórico, 
pues quizá el lenguaje de la cotidianidad no requiere de retorcimiento 
estilístico: “Y quiero a dos mujeres, /tanto, /que ya no las necesito” 
(p.71). Aquí usando la paradoja como también un poco después: “que 
mientes verdades nocturnas” (p.73). O los juegos de palabras: “y tus 
ojos/ me terminan/pero no me acaban” (p.74).
También
 uno encuentra partes de mujer derramadas en muchos versos, instrumentos
 musicales que son recurrentes, como el saxo, quién sabe si porque una 
de sus otras querencias es la música. También hay alusiones a los 
recuerdos y a la niñez a través de su cuentos: “tres o cuatro 
arrebatos/y el Gato con Botas” (p.107).
En
 ese estudio de lo cotidiano Felipe Zapico se atreve a utilizar palabras
 tan poco poéticas como: tos, moco, miopía (p. 117), picor de huevos, 
pelotillas, zorra de mi novia (p.118), cúter, taladro, lijadora, culo 
(p.131). Todo forma parte de la misma realidad poetizable. Todas la 
palabras. En ese sentido y como parte del todo me quedo con algo de 
acidez final para un poemario muy dulce: “renunciando por ello a la 
presidencia del /círculo católico de mi ciudad” (p.123). 
Felipe Zapico, Balances parciales: genio y figura.
Luis Vea