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Cuando estábamos preparando la segunda edición de Litro de versos (gracias a todos, os estoy tremendamente agradecido). El impresor dijo que eso era una reimpresión no una segunda edición, yo lo sé, en España no se hacen más que reimpresiones no nuevas ediciones, ya que para que sea nueva edición debe de haber modificaciones en dicha edición.
Desde el día que presentamos Litro de versos en Astorga, con la libreta manuscrita recién reencontrada, vimos que en la libreta aparecían numerados 88 poemas y en el libro 87. La cosa quedó en que habría que investigar.
El proceso de de copia de este libro ha durado muchos años y fue el siguiente: escrito manualmente en la libreta, posteriormente mecanografiado en holandesa y años más tarde digitalizado digitalmente, esto es con mis dígitos. Ha debido de ser en éste último proceso cuando el poema se perdió, por algo sería.
Como lo de revisar mirar, contar, ordenar, reordenar, corregir no es lo mío, una tarde me tiré a la piscina y con la libreta en el lado izquierdo de la mesa y el libro en la derecha, comencé a comprobar, 1 y 1, 2 y 2, 3 y 3….y así hasta el poema 37, que en el libro desaparece y aparece como 37 el que en la libreta es el 38.
Gran alboroto y regocijo, llamada al editor y al impresor, ya tenemos una modificación para que sea una 2ª edición de verdad. Mensaje a Juan Rafael, para que idee la forma de incorporarlo al texto.
Y en ello estamos, esperando que salga la 2ª ed. de Litro de versos, la semana próxima. Por supuesto para todos los que tenéis la primera edición aquí os dejo el 37 (bis) tal y como aparecerá, para que lo imprimáis o lo que mejor os parezca.
Ana Pérez Cañamares conoce el dolor de todos los colores, o eso parece después de una lectura apresurada, rápida, dolorida de su poemario Alfabeto de cicatrices.
Conocí este libro por la red, si esa tan denostada, y los versos que leí me alcanzaron, me rozaron esas zonas que duelen aunque no espantan, que te trastean las partes internas.
Conseguir el libro ha supuesto una pequeña odisea, que otro día contaré, pero desde este pasado fin de semana lo he catatado y llevado conmigo a todos los lados, a todos los sitios, ha estado en La Vecilla, y allí vió la montaña, ha estado en León y Garrafe de Torío, ahora está aquí el sur, al calorcito, pero no se ablanda, no se resquebraja, resiste todas las latitudes, altitudes y temperaturas.
Ana Pérez Cañamares, sabe del dolor, pero sabe soslayarlo en última instancia, o bebérselo, o fumárselo. Parece que a veces grita gol, y así se alivia, se alegra y la cosa no pasa a mayores.
Ana Pérez Cañamares ha estado en la sala de espera, y ha esperado, se ha cubierto el rostro del gentío, se ha puesto agua oxigenada en las heridas abiertas, pero el betadine se lo ha bebido para poder cicatrizar tanto dolor y desgarro.
Pero que nadie crea que estamos ante un lamento, un quejido, hay optimismo, y ganas de seguir hacia adelante, adelantar, seguir, soñar y tal vez esperar otra cosa diferente.
Por si no ha quedado claro este libro me ha cautivado, si puedes léelo, aunque no tengas paracetamol a mano.
En la contracubierta aparece este poema, que me permito copiar sin permiso de la editorial ni de la autora.
ALFABETO DE CICATRICES
Con pulso artificiero
escojo las palabras.
Manejo con tacto
La nitroglicerina de cada sílaba.
Por culpa de palabras mal usadas
a mi corazón lo cruza
un alfabeto de cicatrices.