sábado, junio 29, 2013

Nunchacos.

Nunchacos un relato de Felipe Zapico, iluminado por Cisco Bellabestia para Vinalia Trippers Spanish Quinqui. El fanzine se puede conseguir por aquí.





Nunchacos.
Felipe Zapico Alonso

El día que Pulgarcito salió cantando en Pop-Grama el tema de Qué demasiao, dedicado a El Jaro, recuerdo que me impactó tanto que antes de salir de casa pillé un destornillador de los gordos y me lo metí en el forro de la cazadora.

La noche empezaba entonces a eso de las siete de la tarde por el Húmedo entre bares de toda la vida y los modernos, El Rosales y El Cafetín.

Tomando birras y más birras y esquivando alguno de los canutos que se fumaban a la americana, fuimos dando tumbos hasta que las pelas empezaron a decaer. Las posturas de hachís no llegaban ni a china chicharrera.

Hernán se sacó los nunchacos que llevaba en la espalda, metidos entre el pantalón y la cazadora, y realizó su exhibición, dándose dos buenas hostias en la cabeza.  

Quedábamos ya cuatro apoyados contra una pared sin saber si silbar o dar patadas a un bote y de pronto saqué el destornillador y les dije: “¿Sabéis para que es esto? Esto abre todos los triángulos de los coches.” 

Un golpe seco en el plástico amarillo del destornillador y ya estaba el triángulo de la ventanilla delantera desencajado. Girarlo rápidamente y quitar el seguro. Abrir las puertas y subir los colegas. Un volantazo fuerte y el clausor a la mierda, tirar de los cables por atrás y allí estaban todos esperando la descarga eléctrica.
Rojo con amarillo y motor en marcha, luces y a toda hostia por la avenida.

Los 1430 siempre fueron como un trueno, pena de no haber encontrado un F1 por ningún lado.

Los 1430 torpedean que dan gusto al reducir a toda hostia y chirrían las ruedas en las curvas.

Un, dos, tres, a toda hostia, risas de chavales en el interior, un, dos, tres, peligro, peligro en el exterior.

“¡A la gasolinera de La Copona, venga, dale, dale!” En la gasolinera de la Copona están los picoletos tomando algo, será la patrulla del amanecer. Freno de mano, trompo, inestabilidad, izquierda, derecha, fuertes cabeceos. A todo gas, para abajo, corre, corre que te van a echar el guante.

“¡Por el camino, por el camino!”, grita uno a mi lado. Allá me voy, a todo gas, ¡zas!, ramas, ¡zas!, barro, se me va el coche y caemos a una reguera, donde queda el coche varado. Salimos como podemos y corremos, corremos, mientras nos reímos, nos descojonamos de la risa, corremos no sabemos por dónde y mucho menos hacia dónde.

Clarea el día y entramos en la ciudad. En la churrería París el churrero y la churrera están en plena discusión, con lanzamiento de objetos incluidos.

Mañana será otro día. Otro más.





jueves, junio 20, 2013

Un regalo de Arantxa Oteo




Z(A)PIderman
Estela de hilos de
hada
en junio.
Libélulas
azules,
y rojas.
Y mariposas,
todas.
El mago
anarkista
reina.
(en los taray(e)s)

Para mi almigo Felipe Zapico Alonso, mi anarkopoeta, mi mágico, y majico, mago Las Tablas desde ayer son, irremediablemente, distintas para mí. Arantxa Oteo.

domingo, junio 09, 2013

El ladrón de peras en la mirada de Manuel Cuenya.


Poemario genuino y sin retóricas

el ladrón de peras Felipe Zapico Prólogo de Gsús Bonilla. Editorial Origami.

Manuel Cuenya. Diario de León.

El polifacético Felipe Zapico, músico y fundador de Deicidas, así como mánager de bandas míticas leonesas como Los Flechazos y Los Cardíacos, ha publicado un nuevo poemario, El ladrón de peras (editorial Origami), con prólogo de Gsús Bonilla.

Se trata de un libro genuino, sin retóricas ni artificios, con una lírica que llega directa a las entrañas, con una mirada sincera, libertaria, pues Zapico escribe sin tapujos ni cortapisas, con una absoluta y decidida valentía, que es a buen seguro la única manera viva y real de escribir, escribir por y para la verdad, escribir para arrojar luz sobre el mundo en que vivimos, escribir para decir aquello que otros pretenden ocultar a todo trapo, escribir, en definitiva, para intentar entender dónde y por qué estamos como estamos. El ladrón de peras consta de seis cuadernos de poesía, «cada cual con su propia polifonía y nervio», según el prologuista, que serían: Opérculos sobre tus párpados, o poemas de la añoranza por un ser perdido o ausente; De peras, desamparos y espejos, que incluye poemas de amor, de amor con sorna, de amor greguerístico; Libélulas en mi ombligo, que son poemas existencialistas, en los que el poeta se muestra desobediente y comprometido con la sociedad de su tiempo; Versos Orsini, escritos con conciencia crítica y contra la política basura que nos invade; Poemas para el Casco, que son chutes directos al corazón, con sabor cítrico, ácido y amónico, como Frenadol cardíaco (introducido por el clorofórmico poema Rosa de Sanatorio) o Sacamantecas, dedicado al hombre del saco (precedido por un texto de Corcobado), y Las cuatro estaciones de Bivalbi, que nos ofrece cuatro poemas visuales, «de puñetazo en el ojo», aclara Bonilla, «donde bien podría residir el ideario socio-político y humano  —añade— de este poeta multi(di)verso y de gran tamaño... en la totalidad de los sentidos y en todos los ámbitos de los mismos: Inmenso».

Inmenso se nos revela Zapico con este libro arriesgado, potente, en el que el poeta  nos sacude las vísceras con sus versos cargados de vida —en realidad devuelve vida a la poesía como quisiera Henry Miller—, una bocanada de aire puro y saludable que está pidiendo a gritos una sociedad y un mundo mejores.

http://www.diariodeleon.es/noticias/filandon/poemario-genuino-y-sin-retoricas_802265.html