lunes, agosto 23, 2010

Buscando a La Carloteña.

Volviendo veloz y presuroso de la Bahía de las Libélulas, rumiando y dando bocadas, y alguna dentellada al caer la tarde, un cartel me informó de la inminencia de un desvio, acceso, salida a La Carlota.
Y ahora empieza el sueño.
Tomé la la salida del kilómetro 432 y me sumergí en La Carlota, que ha estrenado una paseo que parece marítimo en el medio de la campiña.
Y pregunté por aquí y por allá por La Carloteña, y me mandarón a la de los Asados, los Transportes, los Botijos y los Espartos.
Pero de la de Isla Verde, ya nadie recuerda nada, o tal vez aquel hombre al que se le vidrió la mirada, quiso decir algo, pero la colilla entre sus labios se lo impidió.
Esa tarde quise ser reportero, y no supe cómo, no supe qué, no supe y no encontré.


sábado, agosto 21, 2010

La Bahía de las Libélulas

La Bahía de las Libélulas.

Acudí buscando toneladas de arena y conchas
para tapar el enorme hueco que me habita
y a veces me circunda.
Busqué unos opérculos para las grietas más
pequeñas
pero no quedaban.
La argamasa marina fraguó
momentáneamente
y
un silbido del Adriano
me cortó la respiración.
En la Bahía de las Libélulas
me espera una bandada
de ellas
y
se aparean
a
la
vista
de
todos
como nosotros ya nunca lo haremos.




(Estudio para un poema al Sur del Sur, primera versión. Del libro inédito y en continua destrucción El ladrón de peras).

miércoles, agosto 18, 2010

Litro de versos 2ª ed. aum.



Por fin después de numerosos avatares ya está disponible la segunda edición (aumentada) de Litro de versos.
Lo puedes pedir en tu librería amiga.
También se puede conseguir a través de la Librería Universitaria de León.

Un saludo, nos ponemos a trabajar en Balances parciales y El ladrón de peras.

miércoles, agosto 11, 2010

San Narciso

"La primera por la izquierda alude precisamente a esa circunstancia. Aunque lleva el nombre de San Andrés, acoge el retable de San Narciso, un obispo gerundense martirizado en el siglo IV por los romanos y enterrado en la iglesia de San Feliu, cerca de la catedral, cuyo sepulcro fue profanado por los franceses durante la invasión de 1258, dando lugar a a una tradición que ha pasado a la historiografía española: como castigo a su sacrilegio, San Narciso mandó sobre los franceses una plaga de extrañas moscas que, saliendo de su sepulcro, atacaron a aquéllos y a sus caballos causándoles una enorme mortandad y obligando a los supervivientes a huir del país. El milagro de las moscas, como pasó a llamarse popularmente, se representa en muchos lugares, entre otros en esta capilla, sobre un lienzo que acompaña al espectacular retablo cuya hornacina central preside el santo de las moscas, como también se le llama popularmente, por esa causa, al bueno de San Narciso."

Julio Llamazares. Las rosas de piedra.