Un
hombre recorre el arrozal
arrastrando
un enorme apero
sobre
ruedas de bicicleta
mientras
chapotea
en el agua
removiendo
el barro germinal;
cientos
de mariposas blancas se alborotan a su paso
y
las primeras libélulas revolotean
confusas.
En
la ciudad tórrida
un
arrimado afila
la
cheira en el granito del alfeizar
tras
atarla a un palo de escoba
corta
las cuerdas de las
que
pendían farolillos
guirnaldas
y
otros
banderines.
Cuelgan
restos de bramantes blancos
rastrojo
de anhelos e ilusiones.