Olimpiadas
en el arrabal.
Pudo suceder al compás de México o quizá
fuese ya Múnich, donde los tipos con pasamontañas. Todas las tardes nos
componíamos para realizar nuestras olimpiadas a nuestro aire, a nuestro ritmo,
chicos de barrio, un barrio con un par de televisores en toda la calle.
Saltar sobre un bidón de petróleo
oxidado y cortante y volver herido a casa, a la mercromina y el sopapo de la
madre. Salto de gimnastas con manos que soltaban pequeñas nubes de polvo.
Lanzamiento de jabalina corrugada, en
dos fases la de lanzar más allá de la valla derribada de la obra y la de
arrojar sobre blanco móvil, mientras corrían algunos de otros barrios que se
aventuraban por allí, donde las calles se hacían caminos.
Salto de longitud, una marca en el suelo
terroso y correr y saltar, esta era de las competiciones de mejores marcas, ya
que estaba muy entrenado, después de pasar la vida saltando regueros, sebes y
el canal de lado a lado.
Lanzamiento de piedra o mazacote de
cemento, lo importante decía siempre el más enterado, era meterla bien bajo el
mentón, encoger el brazo y lanzar lejos, lejísimos. La longitud se medía a
pasos y pies.
Levantamiento de pesas, halteronosequé
dicen que es. Una barra bien gorda que casi ni se abarque, a los lados se meten
una, dos o tres filas de ladrillos macizos…y el que más levanta gana. Y ya
está, las barras se parten, los ladrillos se desmoronan, te haces daño y te
duele. Levantamiento de pesas…así pasa la tarde.
Salto de altura, entrando en las obras
vacías se salta sobre alguno de los montones de arena almacenada para la construcción.
No siempre a arena estaba en línea con las ventanas o balcones de la casa, no
siempre la arena era lo bastante para amortiguar la caída, no siempre.
En
un barrio del arrabal, de una ciudad cualquiera, arrasada por la construcción
desmesurada, en sus confines, deslindando el campo que era, de la nueva ciudad,
que empieza a indefinirse, a alargarse, a invadir los prados, a quitar las
sebes, a matar los árboles.
1 comentario:
En la arena, a veces había un trozo de ladrillo como el que segó la oreja a mi hermano pequeño.
Mi salto de altura sobre en el cajón soporte de una red de balón bolea, acabó con una rodilla atravesada por un enooormeeee clavo que andaba por allí.
Besos, Zapi
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